Hace más de treinta años que dejé mi tierra y más de 15, o 16, no estoy para calcular, que vivo aquí, pero acabo de aprender que significa esta palabra. Es una fiesta que se puede hacer al inaugurar una casa o al morir un ser querido, para celebrar su vida. Hoy ha sido para celebrar la vida de mi Dani, mi amigo, mi hermano.
La vida nos llevó por distintos caminos. ´Él nunca dejó Granada, nuestra Graná Yo me fui buscando una vida mejor y creyendo que volvería, pero jamás volveré. Sólo he estado de visita. Y tardaré mucho en ir de visita, y me arrepentiré siempre de que la última vez no pude dar una abrazo a quien quería por que llevaba veneno conmigo.
Le quise, le quiero y le querré con toda mi alma. Jamás conoció la envidia ni se movió por interés, nunca pretendió protagonismo aunque fuera siempre el centro allá donde fuese. Sólo buscó su felicidad sin hacer daño a nadie. Vivió libre y a su manera, se arrepintió cuando dañó a otros en el camino. Era bueno, era generoso. Lloro por él, el mundo es un lugar mucho peor sin él.
La vida nos llevó por caminos distintos, y siempre piensas que ahí está; cuando te falta desearías haberle llamado, haberle visitado, haberle recordado que le quieres con toda tu alma.
Dani ya no está y no me lo puedo creer. Sé que me quería, de esa forma desinteresada y sincera que sólo la buena gente puede querer. Yo le quise, le quiero y le querré siempre aunque ya no esté. Hoy, entre cervezas y risas, recordando anécdotas de conciertos y mil cosas, se me saltaban las lágrimas porque no creo en nada y sé que simplemente no está. Siempre pensé que me iría yo primero.
Te quiero amigo, te quiero aunque no estés, daría todo por un último abrazo. Daria todo por volver atrás y estar a tu lado en San Nicolás con un litro de cerveza. Lo daba todo por mirar esos ojos y ver tu sonrisa.
No creo en nada, pero ojalá cuando me toque vengas a recibirme y pueda volver a sentir esa sana alegría, ese corazón inmenso. Te quise, te quiero y te voy a querer siempre mi amigo, mi hermano.
Hace tiempo que escucho los libros en vez de leerlos. He descubierto que esto me abre la posibilidad de hacer otras cosas, cosas manuales, mientras aprendo o me entretengo. Al no querer ya quemarme más la vista leyendo (bastante lo hago ya al trabajar), me encontré una casa llena de libros inútiles para mí. Iba a tirarlos o regalarlos cuando se me ocurrió hacer manualidades con ellos; primero escondites secretos, luego cajas decoradas... Volví a mis principios, cuando era una niña y hacía cosas con cualquier material que acabara en mis manos.
Descubrí cosas guardadas en los libros que no recordaba que estaban ahí, desde fotos de mi hijo de pequeño a un billete de 50 euros. Fotos de mi sobrino que se mató a los 22 años hace pocos meses, de mi exmarido... Me doy cuenta de que he vivido varias vidas dentro de la mía, porque me parece todo lejano y ajeno a mí. A lo largo del tiempo la casa se va llenando de recuerdos de amigos que ya no están, amores que ya no significan nada para mí y lugares donde trabajé aunque ya ni recuerdo el camino que tal vez hice 300 veces dos veces al día. Todo me parece extraño, como si esas cosas las hubiera vivido otra persona. Tal vez es porque no hay un hilo conductor, porque todo llegó y se fue sin dejar rastro.
Hace poco me crucé a plena luz del día con una persona que quise mucho en su momento, la última que he querido, y solo sé que pasó porque, una vez se perdió de vista, mi amiga me lo comento. Ella se sorprendió, porque aunque tengo problemas de visión no son tan graves para no ver a alguien a un metro y de día. En otra ocasión me encontré con otro ex en un concierto e igualmente no me fije; cuando me lo dijeron y le miré simplemente era como ver una foto, no despertaba en mi ninguna emoción a pesar de que conviví con él dos años y fue una de las rupturas más dolorosas que he atravesado. El tiempo lo convierte todo en viejas fotos.
Igual ocurrió con mi exmarido. Después de 18 años de matrimonio más los años anteriores de noviazgo, pensé que seguramente me afectaría enterarme cuanto él tuviera una nueva relación, aunque no le quisiera. Sin embargo me resultó totalmente indiferente.
Los tres han hablado mal de mí, no sé si para intentar quedar de buenos ante la gente o simplemente por hacer daño, y el último sigue haciéndolo ante el asombro de sus oyentes, que no entienden por qué sigue atacando cuando yo dejé de decir su nombre el mismo día que decidí que nunca más. No me afecta, a pesar de saber que habrá quien les haya creído y quien les creerá en el futuro, porque tampoco quiero saber nada de quienes les rodean y eligieron descartarme para no tener problemas con ellos.
Los tres tienen pareja, el último la tenía ya estando conmigo, y a los tres les deseo que sean muy felices en sus relaciones y que sean relaciones largas. No es que les haya perdonado, no creo en la necesidad de perdonar a quién te hizo daño y no se arrepintió, no tuvo la decencia de pedir perdón para seguir su vida con la conciencia más tranquila. Lo que ocurre es que ya no me importan.
Me doy cuenta de que otra vez puedo iniciar una nueva relación porque he limpiado mi corazón y mi mente de la basura que dejó la última. No sé si aparecerá alguien de quien me vuelva a enamorar, ni cuando aparecerá, pero sé que por fin vuelvo a estar preparada. Sé que lo aprendido con mi exmarido me sirvió para que el siguiente no pudiera manipularme, y lo aprendido con éste me sirvió para comprender los manejos del último... Espero que lo aprendido con el último me ayude a elegir bien, a rechazar a cualquiera a la primera bandera roja. Creo que ya me toca y me merezco un amor tranquilo que me de paz y seguridad, no aceptaré otra cosa. Nadie me sacará de mi soledad si no me ofrece algo mejor, y estoy muy bien sola.
Acaba un año de profundos cambios en mí, en el que continué buscando comprender las cosas que me habían pasado y terminé comprendiéndome a mí misma.
Durante este pasado verano, cada día subía a la ducha con el móvil y escuchaba esta canción. Se suponía que todo se había arreglado, que la persona que yo amaba también me quería e íbamos a tener una vida juntos... Nadie daba un céntimo por aquella relación, porque me había enredado con una persona inestable que una y otra vez me despreciaba, y una y otra vez me buscaba sin que hubiese motivo para una cosa ni la otra. Él siempre tenía otra presente en la relación, como si le causara placer tener a su pareja siempre en tensión y con la sensación de estar compitiendo por él. Era egoísta, falso y cruel... Era un maltratador con el que viví un ciclo sin fin de lunas de miel y pesadillas. Durante unas semanas era encantador y yo me desvivía por cuidar de él, porque fuese feliz, luego empezaba a burlarse de mí, a devaluarme, y terminaba con un odio y maldad que me costaba creer... Luego vuelta a empezar tras semanas de estar separados. No había para una cosa ni la otra un motivo real, le valía cualquier cosa, a veces directamente no es que no hubiera motivo sino ni siquiera una excusa. Era un ciclo que estaba dentro de él, no en mi. Mi problema era otro. Mi problema es que me había enamorado y me aferraba al sueño de envejecer con él, de que nos quisiéramos y cuidáramos hasta el final, y que a pesar de todo el sufrimiento que me había causado yo creía que me quería. Estaba prisionera de un futuro imaginado donde seríamos felices. El final estaba anunciado desde el principio, me resistí a que volviera a pasar porque sabía que ahí acabaría el ciclo, que le había dado la última oportunidad de la forma más sincera, había olvidado todo lo anterior. Me resistí a que volviera a pasar, pero al hacerlo, al no retirarme cuando volvió su odio y su rabia, conseguí dos cosas: verle como realmente era y pasar uno de los tragos más amargos de mi vida.
Aunque parecía que esta vez había cambiado, que no me ocultaba para mantener relaciones paralelas y que se comprometía, nada puedes esperar de una persona que no sea lo que ya recibiste de ella. Me di cuenta tras una última noche con él que fue un infierno, el dolor me traspasó de tal manera que ni pude llorar. Allí, en una urbanización perdida de la costa a donde no conseguí que viniese un taxi, mientras esperaba a que terminaran de tocar para rogarle a alguno de la banda que me llevase a mi casa, me di cuenta de que aquello no tenía nada que ver con el amor, era simplemente humillarme ante un monstruo. Terminó el concierto y dijo "¿Nos vamos?". Subí al coche llevando mis cosas en mis pies por miedo a olvidarlas en el maletero porque algunas eran de mi trabajo y no las podía dejar, y por nada del mundo quería pasar por el trago de hablar más con él una vez que hubiese acabado aquello. Le pedí que no me hablara y me hice la dormida para evitar que pasara nada más, al llegar a mi calle creo que el coche no estaba totalmente parado cuando me bajé.
Ayer cerré mi año viéndole con la persona que según él, a pesar de hacer solo dos meses que la había dejado, sólo era una amiga y yo una loca por no entender esa amistad. Yo no me inmuté porque ya lo sabía desde el principio. Pero fui consciente en una décima de segundo, con una claridad total, de que allí no había nada digno de ser querido ni respetado, que para él los seres humanos son objetos.
Aquella noche, sola y sin medio de volver a casa, dejé de golpe de quererle. Fue como si de pronto todos los malos ratos, todos los abandonos, todos los insultos y descalificaciones tomaran la importancia que realmente tuvieron y que yo no quise ver. No hice nada más, le fui dejando a él dar los pasos. En cuanto dio la más mínima señal de vida corté todo contacto; salí de los grupos de él, lo saqué del mío, lo bloqueé en todo medio de comunicación. Procedí a bloquear a la pobre desgraciada que se cree ganadora en una guerra que yo no peleé y limité lo que pudieran saber de mí aquellas personas que están bajo su influencia. Limité también lo que me podía llegar de él, no he querido saber nada de su vida. Desde entonces y para siempre decreté el contacto cero, porque realmente preferiría que esa persona no existiera, y así dejó de existir para mí. Hace poco me encontré con una persona que estaba allí en aquella noche maldita de lluvia y frío, que recuerdo tan nítida como si acabara de bajar de ese coche al que prefiero morir que volver a subir. Me dio un abrazo y se alegró de verme tranquila y feliz, con mis amigos. Yo sé que todos sintieron lástima de mí, y tal vez pensaron que era una mujer sin dignidad ni autoestima que iba a aparecer con él a la semana siguiente, y el verle y poder decir que ahí acabó me hace sentir bien conmigo misma.
Empecé diciendo que ha sido un año de profundos cambios en mí, ahora creo en el amor y creo que cuando alguien te quiere no te hace daño, te valora y te cuida; no quiere terceras personas por tu parte, pero tampoco por la suya. Eso es el amor, y no admitiré otra cosa nunca más. La vida es hermosa cuando estas tranquila y sola, lo es mucho más cuando tienes amor, y es una pesadilla cuando caes en una relación de abuso y maltrato, ni siquiera buenos recuerdos quedan. No hay buenos recuerdos porque sabes que incluso cuando parecía ir bien vivías en una mentira.
Esta canción habla de dependencia emocional, confusión y sufrimiento, pero también del final del calvario y la libertad. A toda persona que lea esto, y que esté en una relación que no le hace sentirse querido y apoyado, que no le da estabilidad, en la que se tiene que defender de la persona en quien más debiera poder confiar, en la que se ve solo en los peores momentos, en la que le acusan de lo que el otro hace... A toda persona que esté pasando por eso creyendo que el otro puede cambiar o que a pesar del maltrato el otro le quiere, le digo que tiene que salir de ahí, da igual si es corriendo, gateando o arrastrándose, da igual hasta que punto te sientas destruido por dentro y hasta que punto estés apegado a ese ser. Sal de ahí, cura tus heridas y aprende de la experiencia, mírate dentro a ver por qué consentiste que te trataran así. Cuídate y sé feliz, seas hombre o mujer, joven o viejo; si estás vivo puedes.
Este blog siempre ha sido dejar por escrito mi vida y su banda sonora, y ahora la canción que suena en mis duras mañanas es la que hay al pie de esta entrada.
Te levantas y te vas a esa casa de locos que es mi centro de trabajo, a intentar enseñar a críos que también se han puesto la buena cara para que nadie sepa que les falta cariño, reglas de vida y a veces hasta lo más básico. Tú puedes escapar de allí, tener otro destino el próximo curso, o al siguiente, según tu suerte; pero al final te irás porque quieres y puedes irte. Ellos no pueden escapar del entorno social y la familia que les tocó... Igual que yo no pude escapar de la mía. Tal vez cuando crezcan salgan de ahí, pero llevarán siempre, como lo he llevado yo, el trauma de no haber sido ni queridos ni cuidados, y tal vez repitan, como lo hice yo, la historia con sus propios hijos. La repetirán porque nadie les enseñó como se ha de querer y cuidar a un niño, y aunque tengan buena fe lo pueden hacer muy mal.
Me pongo la buena cara porque no me queda otra que seguir, porque si me paro a pensar que la persona que me importa de largo más que yo misma, la persona a la que sería mi peor pesadilla sobrevivir, no quiere saber nada de mí, si me anclo en esa idea, no puedo seguir viviendo. Ya otras veces me dejó de hablar, otras veces perdí contacto, pero siento que esta vez es para siempre, y además con la noticia de que está enfermo; yo no podré estar a su lado para cuidarle, no me dejará.
Me pasé la vida trabajando para que no tuviese que pasar por lo mismo que yo, para dárselo todo y que pudiera estudiar y tener un futuro maravilloso. No me di cuenta de que no necesitaba eso, me necesitaba a mí porque no había nadie más, porque su padre era una mala persona que nos destruía a los dos.
Me pongo la buena cara y busco en mis pocos amigos el calor que saque los puñales helados que me están matando. Intento estar bien, ordenar mi vida y dejar de huir del dolor simplemente desconectando de la realidad. Demasiados meses ya he estado solo trabajando, o durmiendo o bebiendo.
Estoy intentando aprender a apreciar lo que tengo en vez de llorar por lo que no puedo tener. No puedo tener a mi hijo hasta que él recuerde que le quiero y que me quiere, así que me he sorprendido esta mañana cambiando el mal humor por cariño hacía esos críos que tanto lo necesitan. No puedo tener al hombre que quiero porque no existe, fue una idea que yo me creé y la persona real es un niño cruel que juega conmigo, que me hace sufrir por salirse con la suya y hacer lo que quiere, y luego vuelve a volverme a destrozar, así que me refugio en quien me desea y me da calor. No tengo una familia que me apoye, nunca la tuve, así que vuelvo a buscar consuelo en los amigos que ya otras veces estuvieron allí cuando todo se hundió... Y mientras camino con esas muletas, espero a que pase la tormenta y vuelva a salir el sol. A veces la única salida es la resiliencia, a veces no puedes hacer nada por cambiar lo que te pasa porque dejó de depender de ti o simplemente nunca dependió de ti.
Hay que ponerse la buena cara y buscar cada día, si razón no encuentras, la fuerza para seguir viviendo. Hay que ponerse la buena cara, no porque pienses que hay gente que está peor y no hay derecho a quejarse, sino porque es tu única posibilidad para no rendirte, para seguir esperando que vuelvan las ganas de vivir.
Esta canción habla de gente que está peor que yo, y aún así salen al mundo con una sonrisa.
Hace unas semanas, quizá un par de meses, estuve con un amigo en su local de ensayo y me dio a conocer la canción que está al final de esta entrada. Hoy más que nunca necesito sentirme fuerte, porque creo que el próximo golpe no seré capaz de encajarlo.
Aquel día había quedado con él porque necesitaba el calor de un amigo, de alguien que sabes que te quiere bien, huyendo del dolor que me causaba la decepción y la ira ante la injusticia de la persona que yo quería con toda el alma, sin falsedad ni intereses, y que me rompió el corazón. Entonces, como hoy, sentía que había perdido a mi hijo y, como hoy, vivía luchando contra el problema de salud que me cortó las alas... o mejor dicho, me pinchó los ruedas. Pero hoy, además, sé que mi hijo se enfrenta a algo que puede ser mortal y justo ahora decide volver a echarme de su vida, porque cree que yo no acepto o incluso me repugna eso, que ahora no es mi hija sino mi hijo. Hoy me veo escribiéndole al único amigo suyo, amigo desde hace años, del que tengo el número, para rogarle que me diga cómo está. No puedo hacer nada para hacerle comprender que me da igual si es hijo, hija o las dos cosas, que yo le di la vida y daría la mía por él aun sabiendo que me odia.
Difícil es seguir fuerte, cuando la persona que quisimos nos engañó mil veces diciéndonos que nos quería y mil veces nos despreció sin más motivo que el creer que podía, porque el amor que le teníamos le aseguraba poder volver. Difícil ser fuerte cuando perdemos a la única persona que amamos más que a nosotros mismos porque cree que nos repugna la vida que eligió y no es verdad. Difícil ser fuerte cuando tenemos que elegir entre dejar nuestra casa y a los pocos que nos quieren o morir en la carretera... Las mismas carreteras que han marcado toda mi vida, siempre de aquí para allá a donde me mandaran a trabajar. Es muy difícil ser fuerte cuando no encuentras motivo para seguir.
Cuando sea difícil ser fuerte, echa mano de tu orgullo, ponte en pie. Recuerda todo lo que creíste que no superarías y superaste en tu vida.
Esta tarde en que siento que no quiero estar aquí ni un minuto más, me pongo en pie y seré fuerte, porque tal vez ese hijo que me niega la palabra pronto puede que me necesite y me necesitará fuerte, porque al menos sé de una persona que lloraría si yo no estuviera, y serían lágrimas sinceras... qué pena no poderle querer de otra manera, él si merece ese amor que no le puedo dar. Seré fuerte por mi hijo, por mi amigo y hasta por mis gatas, que no dejaré abandonadas a morir en la perrera o en la calle.
Hoy, tras saber que mi hijo está enfermo y que no quiere saber nada de mí, sin esperarlo y sin motivo, lo único que me pide el cuerpo a gritos es parar, irme de aquí, ver a mi mastín esperándome. Pero no lo haré. Me lavaré las lágrimas que apenas me dejan escribir esto, me vestiré y me pondré la sonrisa para salir a la calle.
Cuando sientas que no puedes más, recuerda lo que fuiste capaz de superar, las veces que te viste caído y te volviste a levantar, y sigue con la cabeza alta. Siempre fuertes.