La vida de las personas es como una casa. Cuando naces todo está vacío, paredes lisas y mucho espacio. Cada persona que entra en tu vida, cada experiencia, es algo más que va llenando las habitaciones; si quieres estar bien en esa casa que es tu vida, tarde o temprano tendrás que ordenar los trastos.
Igual que cuando haces limpieza en tu casa, cuando haces limpieza en tu vida te puede costar mucho decidir que dejas, que tiras o qué regalas. A veces cuesta incluso deshacerse de personas que ya no están, porque siguen en tu mente, o de hábitos que sabes que te están jodiendo la vida... Fabricamos cómodos sofás hechos de costumbres, nos acurrucamos en ellos y dejamos de hacer las cosas que sí debemos hacer.
Ayer me pasé el día de fiesta con una amiga, me acosté temprano y me he despertado al amanecer, pensando qué voy a hacer con lo que me queda de vida, sintiéndome sola y desorientada, deseando ese abrazo que ya no voy a tener y escucharle decir "duérmete tranquila, estoy aquí". Quisiera comprender por qué ya no puedo llorar. Cuando alguna amiga que ha cortado con el novio, o ha tenido un conflicto familiar o cosas así, me dice que se ha hartado de llorar yo digo que no puedo desde hace tiempo, y no es porque no me pasen cosas malas. Creo que no puedo por la misma razón que no puedo quedarme en casa sola y tranquila, porque mi cómodo sofá de costumbres tiene un armazón a base de huidas.
Me he concedido más de dos años de ser salvaje, de no importarme nada, de sentir que aparte de mi trabajo no tenía nada que perder en mi vida, es hora de pensar que sigo aquí y sigo muy fuerte y muy viva, de sentirme feliz porque todo se derrumbó a mi alrededor y yo seguí en pie, ahora toca construir, se acabó el correr.
Ahora me estoy parando, mirando a mi alrededor y preguntándome qué quiero hacer y que puedo hacer, porque no deseo perder ni un minuto por causas que ya están perdidas.
Le conozco, con todo lo bueno y lo malo que lleva dentro, y con todo lo bueno y lo malo que lleva dentro estaría el resto de mi vida con él, aceptaría todas sus circunstancias, todo, menos que sea incapaz de serme fiel. Pero es incapaz, porque lo que yo siento no es mutuo, y yo no quiero poner parches, no quiero jugar a si tú la haces una vez yo la haré cinco. A eso se puede jugar cuando, realmente, el otro no te importa; si te importa ese es un camino de constante sufrimiento. Tengo que dejarle ir de mi mente, porque él de mi vida ya se ha ido y nunca va a volver. No voy a darle más vueltas a qué hubiera pasado si su objetivo no fuera tener hijos, porque, por razones diferentes a las mías, el tampoco puede tenerlos. Nadie deja a quien quiere por un proyecto que no está en condiciones de acometer en mucho tiempo, tal vez nunca.
De mis amigos, aquellos que me quieran me buscarán, tienen puertas abiertas para irse o quedarse. Lo que espero de ellos es lo mismo que doy: respeto, compañía y una mano cuando sea necesario. En ese respeto incluyo respetar a quienes quiero, porque, aunque no sé si volveré a querer a nadie, si me veo otra vez entre una amiga y esa persona, la gata sacará las uñas. Al fin y al cabo, llevo muy poco moviéndome libre por aquí; lo cierto es que ahora empiezo a saber quién es amigo mío.
Lo que quiero y puedo hacer es construir una relación fuerte con mi hija, ayudarla cuanto pueda, volver a estudiar para asegurarme una estabilidad en mi trabajo y cuidarme yo. Lo que no puedo es estar con nadie, porque no voy a querer a una persona y vivir con otra. Durante mucho tiempo dije que jamás volvería a vivir con nadie y era justamente porque había vivido mucho tiempo con alguien a quien ya no quería, pero yo no era consciente de eso, de lo único que era consciente es de que me daba pánico simplemente de pensarlo. Quiero, pero no puedo, porque la única persona con la que podría estar no siente lo mismo que yo.
No le voy a dar más vueltas a qué hubiera sido de mi vida si hubiera nacido en otra familia o si no me hubiese casado con la persona equivocada. La realidad es la que es, pero si he sobrevivido a tantas cosas, tengo la fuerza para reconstruir mi vida. Tal vez no sea la vida con la que sueño, pero puedo tener paz.
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