Muchas veces he dicho que las situaciones sólo se ven bien desde fuera o con la perspectiva del tiempo. Por eso, para evitar decir tonterias, hablo poco de mi propia vida.
Tenemos la extraña fijación de creer saber que va a funcionar y que no, de querer anticiparnos a que pasará e incluso de creer saber qué pasará. Espejismos nada más. Hoy me he enterado de la felicidad de una pareja por quienes nadie apostaba un céntimo de euro. Yo los conocí, hace tiempo, y no creía en la buena fe de él ni en las posibilidades de ella para retenerle. Mi desconfianza en las personas no creo que sea mayor que la de cualquier otra tía de las que andamos por el mundo, quizás lo que sí sea más grande es mi temor. Yo tengo miedo de no tener algo a lo que llamar mi casa, de que mi hija no tenga cubiertas todas sus necesidades, de quedarme sin coche... ¿Materialista? No, colegas, gata escaldada. Cada uno ve la vida a través de un cristal tintado con la suya propia, y se ve que no por llevar muchos años sin pasarlas putas (al menos muy putas no) he conseguido olvidar tiempos no tan felices.
Siempre le digo a mi hija que su principal objetivo en la vida es asegurarse el bienestar económico, conseguirse un buen trabajo, y la pareja ya llegará o no, eso es secundario. Siempre le digo que no dependa de nadie ni deje que nadie dependa de ella, para que lo único que la mantenga junto a otra persona sea su deseo de estar con ella. Eso para mí es la verdadera libertad. Esta noche, al enterarme de que algo que daba por imposible se ha hecho realidad, pienso que tal vez no es todo ni tan simple ni tan claro. Pienso que al fin y al cabo el amor es lo que nos hace felices, y que sin llegar al extremo de lanzarse a ciegas si merece la pena de arriesgarse, de apostar.
Sé que yo no seré nunca capaz de arriesgarme a depender de otra persona, aunque me costase el perderla llorar hasta quedarme sin lágrimas. Algo en mi interior jamás lo permitiría. Ahora que el futuro pinta un poco mejor, que por fin vuelvo a ver dinero (no mucho pero suficiente), me doi cuenta del estado de terror en que he vivido durante dos años, y de hasta que punto ese miedo ha controlado mi vida. También me doy cuenta de que no he aprendido nada, de que es mirando atrás como se puede aventurar el futuro y de que si siempre conseguí salir adelante, eso debiera bastarme para no dejar que el pánico a no conseguirlo controlase mi vida.
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