Un
hombre de 62 años entró el pasado miércoles en la sucursal de Caja
Burgos (ahora propiedad de la Caixa) en Sotopalacios, una localidad
próxima a la capital burgalesa, ha derramado gasolina y la ha
incendiado, según han informado fuentes de la Guardia Civil.
Apenas se han producido daños personales, dado que el hombre pidió que
salieran a los que se encontraban en su interior, aunque los daños
materiales son cuantiosos. Aunque ahora se ha abierto una investigación
judicial y policial, todo apunta a que los motivos del hombre estaban
relacionados con problemas financieros que tenía con la entidad.
El hombre regentaba al parecer, un taller de carpintería metálica desde
hace más de 30 años. Hace tiempo, cuando pasaba por una mala racha en
la que disminuyó drásticamente el número de encargos, el hombre solicitó
a los bancos un préstamo de 24.000 euros, que le fue concedido por la
mentada entidad que atacó, donde él era cliente de toda la vida. Su hijo
informó a fuentes de medios burgueses de que él y su padre llevaban
meses queriendo negociar el pago de la deuda con el banco, puesto que
varios clientes (entre ellos, una empresa aseguradora) le debían dinero
al taller, una cifra que superaría los 30.000 euros, dinero que, de ser
pagado de una vez, bastaría para devolver el préstamo.
Sin
embargo, de nada sirvieron sus intentos de negociar con los que trafican
con el futuro del pueblo y este martes pasado, el hombre recibió una
notificación por la cual se le avisaba de que una finca de su propiedad,
de 1.700 metros cuadrados de superficie, iba a ser subastada tras serle
embargada por el banco por impago del préstamo, y diciendo que la puja,
de carácter público, sería el próximo 17 de diciembre. Esto, como puede
comprenderse, al protagonista del suceso no le hizo gracia y, con toda
tranquilidad, el hombre se desplazó en coche hasta la sucursal bancaria y
una vez allí, condujo, sin alterarse, a las personas empleadas en el
banco (dos hombres y una mujer) afuera, para luego vaciar dentro de la
sucursal un bidón de 20 litros de gasolina y acto seguido prenderle
fuego.
A los pocos segundos, la sucursal explotó en llamas.
Hecho eso, y al mismo tiempo que la gente de las proximidades se
acercaba curiosa a ver qué había pasado, el hombre volvió a su vehículo
con la misma calma con la que había prendido fuego al banco y regresó a
casa, donde esperó hasta que fue detenido. Sabiendo que una acción así
le conduciría a la cárcel, el hombre dejó a su familia una carta, donde
explicaba lo que iba a hacer y deseaba suerte, además de pedir a su
hijo, quien trabajaba con él en su pequeño taller desde hacía años, que
cuidase mucho de su madre.
La gente está desesperándose, no hay
medicamentos que puedan curar esto, y la rabia supera toda expectativa.
De no haber un cambio de rumbo radical, piedras y fuego serán los
nuevos protagonistas contra los bancos y contra quienes se lucran con
sus timos y sus atropellos.
Texto de "Democracia Real Ya"
El hombre regentaba al parecer, un taller de carpintería metálica desde hace más de 30 años. Hace tiempo, cuando pasaba por una mala racha en la que disminuyó drásticamente el número de encargos, el hombre solicitó a los bancos un préstamo de 24.000 euros, que le fue concedido por la mentada entidad que atacó, donde él era cliente de toda la vida. Su hijo informó a fuentes de medios burgueses de que él y su padre llevaban meses queriendo negociar el pago de la deuda con el banco, puesto que varios clientes (entre ellos, una empresa aseguradora) le debían dinero al taller, una cifra que superaría los 30.000 euros, dinero que, de ser pagado de una vez, bastaría para devolver el préstamo.
Sin embargo, de nada sirvieron sus intentos de negociar con los que trafican con el futuro del pueblo y este martes pasado, el hombre recibió una notificación por la cual se le avisaba de que una finca de su propiedad, de 1.700 metros cuadrados de superficie, iba a ser subastada tras serle embargada por el banco por impago del préstamo, y diciendo que la puja, de carácter público, sería el próximo 17 de diciembre. Esto, como puede comprenderse, al protagonista del suceso no le hizo gracia y, con toda tranquilidad, el hombre se desplazó en coche hasta la sucursal bancaria y una vez allí, condujo, sin alterarse, a las personas empleadas en el banco (dos hombres y una mujer) afuera, para luego vaciar dentro de la sucursal un bidón de 20 litros de gasolina y acto seguido prenderle fuego.
A los pocos segundos, la sucursal explotó en llamas. Hecho eso, y al mismo tiempo que la gente de las proximidades se acercaba curiosa a ver qué había pasado, el hombre volvió a su vehículo con la misma calma con la que había prendido fuego al banco y regresó a casa, donde esperó hasta que fue detenido. Sabiendo que una acción así le conduciría a la cárcel, el hombre dejó a su familia una carta, donde explicaba lo que iba a hacer y deseaba suerte, además de pedir a su hijo, quien trabajaba con él en su pequeño taller desde hacía años, que cuidase mucho de su madre.
La gente está desesperándose, no hay medicamentos que puedan curar esto, y la rabia supera toda expectativa. De no haber un cambio de rumbo radical, piedras y fuego serán los nuevos protagonistas contra los bancos y contra quienes se lucran con sus timos y sus atropellos.
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