Ocurre con demasiada frecuencia que los árboles no dejan ver el bosque, sobre todo cuando sólo queremos interpretar la realidad de la forma más conveniente para nosotros mismos.
Hablan de ISIS, hablan de terrorismo, hablan de el comportamiento totalmente nazi de los húngaros, de la alambrada fronteriza allí o en Marruecos... Nadie se pregunta cuál es el origen de todos estos problemas, y tratan de resolverlos como una mujer que se maquilla para ocultar moratones en vez de dejar y denunciar a quien la golpea. Todo sigue igual, porque sólo pretendemos tapar síntomas de una muy grave enfermedad que sufre nuestra civilización desde sus mismos orígenes. Los fachas dicen que todo debe ser como es porque siempre fue así, pero si eso fuese una verdad seguirían comprandose y vendiéndose seres humanos, las mujeres no tendríamos entidad propia si no es a la sombra de un hombre, los niños crecerían ignorantes porque trabajarían desde los cuatro años y los enfermos mendigarían para poder comer. Si las cosas deben ser como siempre fueron, cada sociedad tendría una religión y perseguiría a cualquiera que no creyese hasta asesinarle públicamente como escarmiento. ¿De verdad la antigüedad de una injusticia la legitima?
Hay un tercer mundo porque la humanidad se ha dedicado siempre a robar. Si un país tenía mejor tecnología o número de soldados (o ambas cosas) que otro, simplemente lo invadía y le robaba cuantos recursos tuviera, ocupaban su territorio (relegando a las zonas más estériles a los nativos o matándolos con las armas y de hambre). África y toda América son ejemplos, y se intentó con Asia aunque sin lograrlo del todo.
Pasado el tiempo se les abandona a su suerte "oficialmente", pero sólo fue un cambio en la forma de explotación. Ahora son las grandes multinacionales las que gobiernan y se pelean por los recursos del tercer mundo, y la deuda impagable cuyos intereses monstruosos se aseguran de perpetuar les impiden a sus habitantes salir jamás de la pobreza extrema. El orden mundial debe cambiar, debemos comprender que sólo tenemos dos caminos; continuar levantando cercas y condenando perpetuamente el terrorismo que los poderes económicos se encargaron de avivar, o buscar como prioridad la manera de elevar el tercer mundo al nivel del primero. Esto último es costoso, difícil y no se hará en un día ni en una década, pero se puede hacer. Bastaría con impedir que una élite que no llega al 1% de la población mundial siguiera jugando al ajedrez sobre los mapas del mundo, dar educación y formación a las nuevas generaciones en sus propios países, auditar sus deudas y reducir o eliminar sus intereses para que puedan a largo plazo pagarlas. Yo no soy economista, pero hay mucha gente muy preparada que podría buscar soluciones si esas soluciones no chocasen siempre con la oligarquía mundial. Digo oligarquía, no digo que España devastó América del Sur, porque nada obtuvieron mis humildes antepasados; fueron los mismo que lo hacen hoy, siempre unos pocos que tienen el poder real, el poder económico que nos ve como peones de su juego y ganado de su finca.
Los obreros no nos beneficiamos del colonialismo, pero sí sufrimos el paro debido a la superpoblación que causan las migraciones. Los que sí forjaron sus fortunas familiares sobre sangre ajena sí se benefician ahora, nuevamente, de la mano de obra barata (el eufemismo para esclavitud). Mientras nos lavan el cerebro con nacionalismos para que nos enfrentemos a otros con la mente igual de adoctrinada, ellos siempre ganan.
La única solución es una vida digna, para todos los seres humanos en todas partes, que empiece con una formación que les de los conocimientos y habilidades necesarios para no dejarse explotar y para no dejarse embaucar por nuevos fanatismos religiosos. Y si esto choca con los intereses de los mismos de siempre, a lo mejor es porque ellos son el problema.
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