«Vi que la cartera tenía una tarjeta de crédito y un
D.N.I. y no lo pensé. Me fui al supermercado a comprar comida y pañales
para mis dos hijas pequeñas, que entonces tenían cuatro años y año y
medio. Yo entonces no tenía trabajo, ni dinero. No pensé en las
consecuencias». El 24 de mayo de 2007 la casualidad se cruzó con Emilia
Soria, en una calle de Requena, y le gastó una mala pasada. La joven se
encontró una cartera en el suelo.
La mujer, que entonces tenía 22 años, salía de dos
relaciones difíciles y tenía dos hijas a su cargo, se vio tentada y cayó
en la trampa que el destino le ponía ante sus pies. Compró comida y
pañales con la tarjeta de crédito. 193 euros. Como no tuvo problemas,
decidió de nuevo tentar a la suerte ese mismo día. Hizo otra compra en
el mismo hipermercado por valor de 250 euros. Pero aquí levantó
sospechas y ya no se la dispensaron. Lo intentó en otra cadena de
hipermercados y a la tercera fue la vencida. La pillaron. La denuncia
por lo penal se resolvió con una pena de un año y diez meses de prisión y
multa de diez meses, con cuota diaria de tres euros, por un delito
continuado de falsificación en documento mercantil y otros seis meses de
prisión por delito continuado de estafa, que sustituyó por seis meses
de trabajos en beneficio de la comunidad y 900 euros de multa.
«Estoy a punto de terminar los trabajos porque barro por
la calle y mis compañeros están muy contentos conmigo y la multa la voy
pagando poquito a poco, conforme puedo, porque cobro 426 euros de una
orden de alejamiento de mi ex marido. No tengo ningún antecedente ni he
hecho nada más. Mi única culpa es la que aún estoy pagando», explica.
Ahora, a punto de cumplirse seis años de aquel «error»,
la joven, que tuvo otra hija, se ha casado y lleva una vida «normal con
mis niñas», está a punto de ingresar en prisión al superar en dos años
la condena que inicialmente se le impuso.
«La sentencia no salió hasta hace unos meses y la han
recurrido porque yo he estado haciendo los trabajos sociales y estoy
pagando la multa fraccionada y nunca más he cometido ningún delito
porque sé que me equivoqué e hice muy mal», relata Emilia angustiada.
«Yo ahora llevo una vida sencilla, he podido enmendar lo
que hice y no puedo dejar a mis hijas después de tanto tiempo porque me
necesitan», cuenta. Por eso ha pedido ayuda a una abogada para solicitar
un indulto y evitar la cárcel.
Hace un año la defensa de Emilia solicitó la suspensión
de ejecución de la pena pero el juzgado la denegó y computó la pena
inicial de dos años y cuatro meses (a partir de dos se decreta ingreso
en prisión), aunque se conmutara una parte de la misma con trabajos
sociales. «Inicialmente hubo acuerdo con el fiscal. Si hubiera habido
juicio, habría podido tener la atenuante al ser un caso de necesidad»,
explica la abogada que ha redactado el documento del indulto.
Emilia recibió ayer una providencia en la que se le
informa que en quince días debe proceder al ingreso voluntario en un
centro penitenciario. «Hemos pedido la suspensión hasta que se resuelva
el indulto. La pena contempla una parte de reinserción y la dilación del
procedimiento, casi seis años, es imputable al juzgado. Emilia ha
conseguido rehacer su vida y quiere continuarla con sus hijas».
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