Ayer,
tras ir a pedirle a la Virgen el milagrito de sacarnos de la crisis
porque su partido, ya está claro, lo único que hace es hundirnos cada
día más en la miseria, Ana Botella, alcaldesa de Madrid y consorte de
Ánsar, se metió en el bar 'Los caracoles' secundada por los suyos,
invadió con su séquito, sus amiguetes, su seguridad y su fotógrafo el
interior de la barra, apartando al camarero, y se
...
puso a servir cañas en un ataque de populismo dominguero (era
miércoles, ya lo sé) como si el bar 'Los caracoles' fuera mismamente
suyo. En la calle, un grupo de bomberos la llamaban de todo menos
bonita. A lo que la señora Botella contraatacó: "Las condiciones de
trabajo de los bomberos las querrían otros muchos". Pues igual sí. Pero
más querría cualquiera el sueldón, las gabelas (como que te lleven en
coche oficial a la pelu) y la regalada vida de la señora de las peras y
las manzanas que no son lo mismo y por éso los homosexuales no se pueden
casar.
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