A veces se me olvida que existen realidades muy distintas que coexisten en un mismo tiempo y hasta un mismo espacio... o apenas a cientos de metros de distancia. Sé que la sociedad es así, pero a fuerza de buscar siempre la compañía de los que piensan como yo dejo de tener en cuenta ese hecho.
En mi mundo, en mi trozo de realidad, las mujeres somos libres, no se nos valora por la cantidad de parejas o de relaciones sexuales; no somos coches a los que se nos mire los kilómetros, en todo caso, siguiendo el símil, nos miran la fecha de fabricación; pero eso es inevitable, a ellos también se les mira. Hay igualdad. En mi mundo es repugnante cambiar sexo por dinero, y es más despreciable la parte que paga que la que vende, porque tener contacto con alguien a quien das asco es una perversión; venderse por sobrevivir es digno de lástima. En mi mundo hombres y mujeres pueden ser amigos sin necesidad de que uno de los dos sea muy poco agraciado; en mi mundo no hay más límite al cariño que el respeto que te imponga tu pareja; hasta donde te deje puedes llegar.
En mi mundo lo que importa en una relación es que el otro te desee, te respete y te quiera; ahí se resume todo. Quien te respete no tratará de sacar de ti beneficio económico, ni pretenderá otra cosa que una relación justa para los dos; quien te quiere siempre tendrá tiempo para estar contigo, siempre te escuchará si lo necesitas y será tu apoyo en el camino; quien te desee te hará sentir bien con tu cuerpo, hará que no necesites buscar nada fuera.
Pero hay otros universos dentro de otras personas, y casi había olvidado que existían. Hablando con gente distinta mantiene una los pies en la Tierra y recuerda estas cosas, y eso fue lo que pasó el viernes, cuando la realidad vino a visitarme al sofá de mi casa. Tengo una amiga a la que aprecio mucho por ser muy buena gente, pero cuya mente sigue cuadriculada igual que la de la mayoría, esa mayoría que no entiende mi mundo.
Me habló por el whatsap para contarme novedades sobre un tío con el que arrastra una larga historia. Ella y yo hemos pasado este invierno muchas horas con el móvil hablando de lo humano y lo divino, y con la vuelta del trabajo y la rutina han vuelto las charlas de noche tranquila. La conversación era sobre con quien andaba el buen hombre (por decir algo, el tío es un perla que yo no miraría ni a la cara) y de pronto me quedé estupefacta al leer "él no quiere estar con esa zorra que lleva ya un montón de tíos". Esto lo decía de un señor del que sabe por su propia boca que ha llegado a irse de putas. Y lo dice no otro tío, lo dice una mujer. Para ella el número de personas que hayan pasado por tu cama, que no por tu vida, invalida a una mujer para considerarla seriamente como pareja, pero no a un hombre; para los hombres eso no cuenta. En pleno siglo XXI una tía que vive libremente el sexo sigue siendo una zorra, un tío que hace lo mismo es lo normal que se puede esperar. Nada ha cambiado desde que yo tenía quince años allá por los 80.
La igualdad no está en decirlo todo en masculino y femenino, no es aquel "miembros y miembras" al que llegó la famosa ministra de Zapatero. La igualdad es que no por ser mujer seas persona de segunda categoría o mercancía, según el momento. Hay mujeres que se dejan comprar, y no solo directamente en una esquina; se dejan invitar, aceptan (y piden) regalos; no me refiero a una pulsera de hippies ni a una camiseta, me refiero a cosas de tres cifras.Mujeres que se cuidan mucho de no estar con hombres que no les "convengan", para conservar la imagen de no ser una "cualquiera" y así optar a ser tenidas en cuenta "seriamente". Mujeres que presumen del restaurante al que "las llevaron" y del anillo que les regalaron.
La libertad y la igualdad tienen un precio, y es muy alto, yo puedo dar fe de ello. La igualdad es pagar a medias como norma general; que es tu pareja y tiene más pasta que tú; pues es normal que de vez en cuando quiera hacer algo que tu no puedes costear y por ir con el dejes que te invite, pero es la excepción no la regla. La igualdad es trabajar igual que él. La igualdad es poder expresar el deseo que sientes por él y lo que te gusta tan libremente como él lo hace. Igualdad es ser libre para mezclar tu sudor con quien tu quieras aunque el precio a pagar sea que para algunos no merezcas ser considerada seriamente. El precio puede ser que te enamores y te des cuenta de que sólo puedes ser un rollo porque has ido a fijarte en uno que mira el kilometraje; da igual lo que hagas, porque lo que importa es lo que has hecho, es una batalla perdida de antemano.
A veces la realidad es tan obvia que se nos pasa desapercibida, porque vivimos en nuestro mundo y no tomamos contacto durante mucho tiempo con otros mundos. Hace ya mucho tenía en la cabeza algo que no entendía, realmente no alcanzaba a comprender, me faltaban piezas del puzle, y de pronto la realidad me ha dado un bofetón. Para llegar a entender por qué una persona hace determinadas cosas hay que saber en que mundo de perjuicios y falsa moral vive, una vez que lo sabes todo puede cuadrar en un segundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario