14 nov 2014

Filosofando II

A veces me parecen surrealistas los usos y costumbres de algunos colectivos, y ya como piensan... Es que no creo que piensen así, es que es pura y dura hipocresia. Me estoy volviendo mujer de costumbres, y un viernes de cada dos, cuando me toca ir a currar por la mañana, me quedo en el pueblo a comer con una amiga que vive allí, nos damos una vuelta y cuando ya anochece me vuelvo para Murcia, es una forma de mantener la amistad ahora que ya no nos vemos en el trabajo, después de un curso como el pasado en que fuimos cada una el paño de lágrimas de la otra. Yo con mi depresión, que afortunadamente dejé atrás hace ya algunos meses, ella con su amor bien jodido. Las causas de mi depresión me las guardo, ahora sé que pude reaccionar de otra manera y seguramente haber sido infinitamente más feliz.

Pues justo hoy hemos hablado de sexo, en concreto de lo que quieren los tíos. Bueno, cuando se juntan dos tías y no quieren tratar nada trascendente sino más bien desconectar y reírse un rato es un tema muy socorrido, y reírte, te ríes. Llego a casa, y abro el face a ver que se cuenta la gente, esto me he encontrado:


Bueno, bueno, bueno... Lo primero decir que creo que esto debe ser un comentario irónico, no que piense así la señora, lo segundo que a ver si me he perdido algo brutal con no rezar nunca el Rosario.

No creo que haya nada comparable con el sexo salvaje bien entendido, y si además estás enamorada del otro participante... la madre de todas las pasadas flipantes. ¿Por qué esa manía de las religiones de criminalizar el sexo? ¿Qué es para ellos el sexo? Pues os voy a contar como lo ve esta humilde ciudadana del mundo, para quién el sexo es la menor de su motivaciones.

El sexo es libertad y felicidad cuando es en el momento que lo deseas y con quien lo deseas. Es medio de unión y comunicación, expresión de afecto aunque no siempre de amor, vacuna contra el estrés y la tristeza. Es algo que se queda como sólo de quien participa en una sociedad en que la intimidad es el bien más escaso. Es un instinto natural que tu cuerpo te pide como el comer o dormir, pedirle a alguien que controle sus deseos porque son pecaminosos es encargarle una labor que consumirá su atención y sus energías, impidiéndole ocuparse de otras cosas y haciéndole sentir sucio y culpable al no conseguir el objetivo impuesto. Todas las sociedades totalitarias, y la mayoría de las religiones, totalitarias han establecido un férreo control sobre la sexualidad de sus ciudadanos. Este control se ejerce de muchas maneras, desde la marginación social a la pena de cárcel si tu orientación sexual no es la considerada correcta, a lapidar a las adulteras o justificar el maltrato a la mujer.

A los hombres se les educa con un mensaje subliminal; una mujer es un ser angelical, una criatura que debe ser servicial y que tiene un valor que radica en su castidad. Como compañera buscarán una buena chica, muy arreglada siempre (es una mercancía, debe lucir bien si quiere ser comprada) y que siempre debe decir no, debe hacerse rogar; debe hacerse valer. Lo peor es que las que defienden esto con más fiereza son las propias mujeres. Si yo soy mujer y vivo en el corsé de lo políticamente correcto, me joderá profundamente que otra que vive libremente tenga una buena vida, esa será el enemigo. A la buena chica hay que tratarla con caballerosidad y gastarse dinero en ella, para conseguir finalmente que acceda a ser de la propiedad del hombre que la corteja. No os engañéis, en este nuestro Españistán sigue vigente este pensamiento. Los que no piensan igual tendrán que enfrentarse con las críticas de su entorno hacia la pareja no válida; las que no piensan igual pagarán caro toda su vida su libertad.

Yo soy mujer, pero no soy mercancía ni esclava, así que no es así como pienso.

Yo creo que si deseas a alguien y él te desea, no hay razón para no dejarse llevar y vivir, que la vida es corta y llena de amarguras, demasiado como para despreciar la felicidad. Yo creo que la sensación de que no haya nada más que su propia piel entre dos que se desean es maravillosa, y entre dos que se quieren indescriptible. Creo que no hay más límite que el que te marca el otro y el que marcas tú. Creo que el sexo cuando es libre es un acto de entrega y generosidad, de deseo de darle al otro todo.

Puede haber amor sin sexo, y sexo sin amor. Pero aunque sigo respetando todas las opciones, mi visión personal desde lo que viví es que ambas cosas no son nunca plenas.La primera porque si amas a alguien le deseas, y si no le tienes te traerá sufrimiento. La segunda porque siguiendo el símil de la comida, sin amor es pienso; podrá quitarte el hambre, pero nada más.

Cada uno que viva como quiera y haga lo que quiera con quien quiera, y a quien le guste rezar el Rosario que lo rece, pero que no nos laven el cerebro.


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