12 nov 2014

Filosofando

Si me enteré bien en el instituto, cuando estudiaba no trabajando, la Filosofía es básicamente pensar usando el razonamiento lógico. No sé si es lo que yo hago, en todo caso me gusta pensar, pero sobre cosas pequeñas. Para buscar la naturaleza del Universo (parece ser que todo es una especie de obra de papirofléxia, que todo es un doblez del espacio y del tiempo) prefiero leer a los grandes físicos, que siempre me sorprenden. Sin duda que hay mentes maravillosas, personas con las que podría hablar horas si tuviese la oportunidad; bueno, más bien serían personas que escucharía durante horas, poco podría yo decir... Lo que haría sin duda es preguntar, mucho.

Yo pienso sobre cosas que no importan mucho, cosas que veo, que me cuentan o que vivo. Son solo cosas que se perderán de la memoria de unos pocos y nunca llegaran a esa memoria colectiva que llamamos cultura e historia. Pienso porque me gusta comprender, y todo me resulta siempre bastante incomprensible, debe ser que no soy muy inteligente. Con mi inteligencia me pasa como con mis pies; lo único que importa es que cumpla su función. Mis pies me llevan, mi mente conduce. Como digo no debo ser muy lista, porque me he estrellado unas cuantas veces.

Yo creo que es mentira lo del conflicto de cabeza-corazón, lo que pasa es que nuestros sentimientos continuamente nos ponen la zancadilla. Son autenticas drogas que nos nublan el juicio y nos hacen increíblemente dificiles cosas muy fáciles de hacer.  Esa es la causa de que todos vean mejor la situación que nosotros mismos cuando se trata de amor o de odio. Por desgracia esto de poco nos vale, porque tampoco es solución oír opiniones ni consejos ajenos. El mismo o la misma que nos aconseja suele ser alguien muy cercano a nosotros, muy metido en nuestra vida, y que por tanto está implicado en ella, y el consejo que nos da puede ser que sea lo mejor para él o para ella, no para nosotros.

Lo anterior lo digo porque he visto muchas veces boikotear la relación de un amigo o amiga, y hacerlo justamente sus más íntimos, simplemente porque la llegada de esa relación les roba la compañía y la atención de la persona con la que están acostumbrados a contar. Son celos, iguales o peores de los que se pueden sentir por un rival, pero es justamente como a un rival como tratan al nuevo que se lleva a su amigo, a su compañero. Sibilinamente, con gran cuidado, van sembrando la duda y la inseguridad, fingen querer lo mejor... Y es verdad, lo mejor pero no para aquel a quien separan de quien quiere.

Entonces, cuando nos enamoramos, no podemos confiar en nuestro propio criterio y menos en el de los demás, ni aún de nuestra familia; vamos a la deriva. Hay una sola cosa que nos muestra el camino. Si estar con alguien te hace feliz, sigue con él. Si te causa dolor, déjalo. Olvidate de razonar, olvidate de analizar. Dedica tu inteligencia a cosas como el estudio y el trabajo, ahí serás objetivo y no te mentiras. 

Todo es demasiado complejo cuando de sentimientos se trata. Nadie, ni la más maravillosa mente que sea capaz de analizar la misma estructura del Universo mediante ecuaciones, podrá nunca saber qué hay en la cabeza de otra, y mucho menos entenderá que complicada mezcla de emociones y pensamientos han dado lugar a sus actos. Si no entendéis inmediatamente lo que digo, es que nunca habéis amado de verdad.

Cuando estas enamorada de un tío, no es un tío; es el único tío. No valoras si te conviene, si es un diamante que luces ante la admiración de las otras o un trozo de carbón que nadie ve. Cuando amas a un tío no valoras si es el mejor de los amantes o un torpe, da igual; porque si es su piel la que te toca ya rozas el cielo. Pero también, cuando amas a alguien, pones en sus manos el poder para herirte. Cuando se mezcla odio y amor, y ambas cosas son a muerte, tu mente queda bloqueada. No puedes razonar qué pasó, si merece la pena perderle o luchar por conservarle; simplemente no razonas. Por eso a veces justamente cuando más se quiere una pareja más intensos son los conflictos, sobre todo si no hay al menos uno que sea capaz de pararse, tranquilizarse y reaccionar.

Pero es importante no dejar que esas emociones (dolor, amor y odio) nos dominen, porque levantarán muros entre los dos, cada vez más altos, imposibles de saltar. Al final, cuando el tiempo calme el dolor y hayamos perdonado, sólo nos quedará una vida por delante que se nos va a hacer muy larga sin la persona a quien queremos. Tal vez tengamos otros amores, que serán tranquilos y sabremos manejar, simplemente porque es muy fácil saber qué hacer cuando no hay emociones fuertes que nos estorben, pero sabremos en nuestro interior que la felicidad es otra cosa y que no volverá.

Lo malo que tiene la vida es que nos da lecciones que ya no nos servirán de nada, da igual la edad que tengamos y lo intensamente que hayamos vivido, siempre cometeremos errores, y sufriremos por los errores de otros. Vivimos con la ilusión de estar de vuelta de todo, cuando no somos capaces de conservar lo que da sentido a nuestra existencia. Le echamos culpa a las circustancias, pensamos que pudo ser diferente, que la culpa no fue nuestra... Pero en todo lo que nos pasa tenemos parte de culpa, lo que ocurre es que no vemos el dolor del otro; sólo vemos el propio porque no hay nada más egoista que una persona herida. No somos capaces de tener con el otro la misma generosidad, el mismo perdón que esperamos.

En estas cosas pequeñas venía hoy pensando mientras conducía de vuelta a casa, en eso y en qué haría si tuviese otra oportunidad.

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