Todos se horrorizan ante los crímenes cometidos por las dictaduras de Chile y Argentina, y parece que la de Franco fue una especie de pacífica y paternal privación temporal de libertades. La tortura existe y sigue existiendo en España, atrayéndose el odio de los que la conocen hacia esos cuerpos y fuerzas de seguridad que pretenden que respetemos.
Lidia Falcón era inocente, cometió el error de dejarle las llaves de su casa a una persona que la usó como piso franco. Ella ni siquiera estaba en Madrid, ni sabia lo que iba a pasar, cuando se produjo el atentado de la calle Correos en 1974. Fue detenida con toda su familia y acabó en las manos de Billy el Niño, ese que no podemos juzgar por la ley de amnistía que garantiza la impunidad de los torturadores y asesinos de la dictadura franquista. Aquí dejo un resumen de como lo cuenta ella, con sus propias palabras, en una entrevista:
¿Relacionó su detención con el atentado?
Aún no. Pero teníamos mucha inquietud. No sabíamos nada. Ni que
habían detenido a Eva. Primero me bajaron a los calabozos, que eran
medievales, auténticas mazmorras, sótanos de piedra con arcos. Había
arriba un tragaluz por el que veías la calle y los pies de la gente. En
la primera celda estaba Eva. Con una alegría sin igual me dice: “Pero
Lidia, ¿qué haces aquí? Tú no tienes nada que ver con esto”. Tampoco
sabía que ella estuviera relacionada con el atentado.
¿Cuándo lo supo?
Nos subieron a interrogatorios. La primera cosa es que aparece un
policía enorme, un gigante, y dice: “¡Aquí está una de las asesinas!”. Y
con una guía de teléfonos me da un golpe en la cabeza. Después me
llevaron al médico. Dije que había tenido una pequeña inflamación
hepática aquel verano. Acto seguido me pasaron al interrogatorio con Billy el Niño
y el comisario Conesa y otro que no recuerdo. Todo parecía normal. Me
sientan en una silla y me preguntan por Eva Forest. Siempre es
larguísimo. Hay un reloj allí y vas contado los minutos. Mientras los
entretienes va pasando el tiempo. Era una ingenua porque no tenían
ningún tiempo tasado. Creía que respetarían el plazo de los tres días,
pero estuve nueve.
¿Cómo era Billy el Niño?
Le gustaba pegar y gritar. Era el que actuaba. El comisario Conesa
estaba sentado y miraba. Otro iba escribiendo. Billy me decía que mi
hija, de 18 años, también estaba en los calabozos y que allí podía
encontrar novio. Fue casi lo primero, el saludo. Al cabo de horas, me
puso en pie y me cogió de un brazo y me sacudió. Eso fue después lo más
visible, cuando era lo menos importante, porque una parte del brazo se
me puso negra. El primer puñetazo fue al hígado. Cuando intenté
protegerme, me cogieron los brazos y los sujetaron para darme más
puñetazos en el hígado. Esto se prolonga un tiempo que ya ni sé. Cuando
se cansaron, me ataron los brazos y me colgaron de algo que tenían allí
preparado para seguir pegándome. El abdomen fue lo peor. Me rompieron
algún músculo, alguna capa que protege el intestino. Una de las veces me
desperté en el suelo. Me estaban echando agua. Y el médico me estaba
tomando la tensión y decía: “déjenla descansar”.
¿Esto el primer día?
Esto se repite y se repite. Se cansan ellos. Los tres primeros días
eran continuos. Después ya eran cuatro o cinco horas y te bajaban a la
celda y te dejaban allí. No te daban nada de comer ni beber. Cuando
pasaron los tres días y pensaba que todo acabaría, me suben y me
encuentro con el juez militar. En vez de que te sacaran de la detención y
te llevaran al juzgado, el juez se personaba allí.
Dice que Billy el Niño gritaba mucho. ¿Qué le decía?
“Asesina, nos has querido matar” y “estos monstruos que quieren
deshacer España”. Era un gasto inútil. No sabía nada. Yo, desde luego,
me vi muerta. Cuando perdía el conocimiento era estupendo. Cuando te
despertabas y veías gritando a los tres, pensabas que no tenía fin. Eran
impunes. Una de las veces ya no me pudieron subir andando y lo hicieron
a rastras. Y ya no me colgaron porque casi no valía la pena. No tenían
donde darme.
¿Qué secuelas le han quedado?
Al colgarme de los brazos se rompieron los tendones supra espinosos.
Los dolores eran grandes. Los médicos no sabían qué hacer y optaron por
las operaciones. Los tengo con muchas limitaciones. He hecho cinco años
de rehabilitación. La primera operación fue a los dos años: tenía rotos
unos tejidos, decían que era un hernia abdominal. De esa parte tengo
tres intervenciones. La última, una cicatriz que va de lado a lado.
¿Por qué se decide ahora a contar todo esto?
Porque ha pasado el tiempo. Por consejo de algunos compañeros.
¿Se plantea repetir el testimonio ante la jueza María Servini
y adherirse a la querella argentina contra los crímenes del franquismo?
Tendría que haberlo hecho ya. Debo hacerlo. Muchos compañeros han
insistido y me han facilitado el nombre de los abogados. Lo haré en
septiembre.
Podeis leer el artículo completo en http://www.lamarea.com/2014/06/27/lidia-falcon-colgaron-con-los-brazos-atados-y-rompieron-el-abdomen-punetazos/
A.C.A.B.
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