Una historia de amor, que como todas las buenas historias de amor es triste; la gente cuando está feliz no escribe sobre sus sentimientos. La literatura se nutre del dolor.
"Sólo una vieja mochila y lo puesto, no se llevó nada más. Con las mismas cosas que cruzó el umbral para entrar lo cruzó para salir. Al traspasar la puerta aquel primer día estaba nerviosa, muy nerviosa, pero alegre, muy alegre; era como si la felicidad fuese una manta y estuviese envuelta en ella.
Él durante meses no le habló de sí mismo, nunca contaba nada. Ella sabía por lo vivido con él que tenía una exmujer y un hijo de ocho años. Sabía que el divorcio fue una pelea de gatos con el crío, de apenas cuatro años, observando la batalla. De ella sólo decía frases sueltas (pedazo de zorra, sólo me quiere joder, loca mal follada). Eso a Elena la intranquilizaba, a sus apenas veinte años ya sabía que lo que ves hacer lo harán contigo. Demasiado vivido, tal vez demasiado deprisa para pararse a pensar.
Durante meses la cuidó, llegó incluso a pedirle que dejase aquel horrendo trabajo de doce horas en los días buenos; en los malos apenas le quedaban horas de dormir. Pero Elena sabía lo que es no tener dinero ni a donde ir, había aprendido a nadar y guardar la ropa, porque los inviernos son fríos y el hambre duele. Él la cuidó en alma y cuerpo, la adoró, como se cuida el coche caro que te acabas de comprar.
Le prometió una vida juntos, le prometió que nunca más se levantaría sin saber donde iba a dormir la siguiente noche... Le prometió calor y paz. Elena nunca le creyó, pero poco a poco le fue queriendo, y amó su sonrisa, amó sus caricias, amó la calma en sus silencios. Y cuando ya no hubo para ella más deseo que su contacto ni más alegría que verle sonreír, cuando él lo llenó todo, todo cambió.
Empezaron las ausencias y empezó el frío. Empezó a no haber cariño sino sexo. Ella sintió que iba sobrando, sintió que era hora de irse pero se quedó. Cuando de verdad amas no puedes dejarle porque es como arrancar un trozo de tu propio cuerpo.
La noche que la echó ella había trabajado todo el día. Abrió el bar para los cafés amaneciendo, comió allí como siempre y pasó la tarde sirviendo cafés, cerveza y copas. A las ocho la relevaron y al salir nadie esperaba. Caminó hacía casa con un nudo en el estómago y una idea en su cabeza; y al llegar su llave no abría.
Llamó y él abrió. Ella no dijo nada, ni hola, sólo esperó a que le dijese lo que ya sabía, y recogió sus cosas. Cuando la puerta se cerró detrás de ella, él estaba sentado en el sofá mirando la tele como si nada pasara.
Con su mochila y sin lágrimas caminó hasta el otro lado de la ciudad, hasta un viejo edificio lleno de pintadas y llamó. Tampoco ahora hacían falta palabras, él la abrazó con ese calor que nunca faltaba, y solamente dijo en voz muy baja "hijo de puta" y la besó."
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